Donald Trump refuerza uso de polígrafo para frenar filtraciones a la prensa en su gobierno

Campaña de polígrafo de Trump contra filtraciones a la prensa genera dudas y críticas
El gobierno de Donald Trump ha ordenado una nueva ronda de pruebas de polígrafo en diversas agencias del poder ejecutivo, con la intención de identificar a los funcionarios que filtran información a la prensa. Sin embargo, esta medida ha generado escepticismo y cuestionamientos sobre su efectividad y el impacto que puede tener en la confianza interna de las instituciones.
¿Por qué el uso del polígrafo sigue vigente pese a sus limitaciones científicas?
Los polígrafo miden respuestas fisiológicas como la frecuencia cardíaca, presión arterial y sudoración, que se asumen indicativas de mentira. No obstante, expertos y organismos como la Academia Nacional de Ciencias y la Asociación Americana de Psicología han señalado que estas pruebas carecen de una base científica sólida y dependen más de interpretaciones subjetivas que de datos objetivos.
Durante mi experiencia de más de 27 años en la CIA, pasando por alrededor de una docena de pruebas de polígrafo, he constatado que el proceso suele depender mucho de la percepción del examinador y de reacciones emocionales no necesariamente vinculadas al engaño. Por eso, aunque el polígrafo no sea concluyente ni admisible como prueba legal en la mayoría de los tribunales de Estados Unidos, sigue siendo una herramienta común en agencias de seguridad nacional para filtrar posibles riesgos de seguridad.
La presión interna y el uso punitivo del polígrafo en agencias clave
En agencias como el Departamento de Seguridad Nacional y el FBI, el uso del polígrafo ha aumentado y se ha vuelto más punitivo, especialmente para detectar disidentes internos. Incluso se reabren casos como la filtración del dictamen Dobbs, a pesar de que investigaciones previas no lograron identificar una fuente definitiva.
Además, las recientes políticas del Pentágono han limitado el acceso libre de la prensa, favoreciendo a medios más alineados ideológicamente, lo que difumina la línea entre la prevención legítima de filtraciones y la censura o marginación de la cobertura crítica.
Contexto histórico: investigaciones y consecuencias de filtraciones anteriores
La reacción del gobierno ante filtraciones no es nueva ni exclusiva de la administración Trump. Por ejemplo, en 2003 la filtración de la identidad de la agente Valerie Plame, que se interpretó como represalia política, desencadenó una investigación federal y llevó a condenas judiciales. En 2010, Chelsea Manning fue procesada por revelar información clasificada que causó un escándalo global.
Estas situaciones muestran que las filtraciones más duramente sancionadas son aquellas que avergüenzan a altos funcionarios o revelan disputas internas importantes. En contraste, muchas otras filtraciones terminan en investigaciones silenciosas y poca rendición de cuentas pública.
¿Qué futuro tiene la lucha contra las filtraciones en la era digital y la inteligencia artificial?
Es poco probable que las campañas basadas en polígrafo eliminen las filtraciones a la prensa. Si bien pueden tener un efecto disuasorio, también podrían dañar la moral interna y la transparencia institucional, afectando la capacidad para enfrentar amenazas complejas.
Algunos expertos han sugerido que la inteligencia artificial podría, en el futuro, ofrecer métodos más confiables para detectar engaños, aunque actualmente la tecnología aún no está suficientemente desarrollada para sustituir herramientas tradicionales como el polígrafo.
Por ahora, las agencias deberán continuar lidiando con métodos imperfectos y con resultados más performativos que predictivos, lo que hace cuestionable el impacto real de estas nuevas medidas de Trump para controlar las filtraciones.