Imágenes estilo Ghibli generadas por IA consumen millones de litros de agua

Imágenes estilo Ghibli generadas por IA consumen millones de litros de agua

La viralización global de imágenes generadas por inteligencia artificial con estética del Studio Ghibli ha causado una alarma ambiental: en menos de una semana, estas creaciones digitales han consumido alrededor de 216 millones de litros de agua, lo equivalente al consumo mensual de una pequeña ciudad. El fenómeno ocurre principalmente en redes sociales como X y plataformas como ChatGPT, donde usuarios de todo el mundo suben sus fotos para convertirlas en escenas que imitan el estilo del legendario estudio japonés.

El estilo Studio Ghibli por IA tiene un alto costo ambiental

Crear imágenes con inteligencia artificial no es un proceso ligero. Aunque para el usuario parezca una tarea de segundos, en realidad requiere un procesamiento computacional intensivo, que genera gran cantidad de calor. Para enfriar los servidores, se emplea agua, lo que eleva el impacto ecológico de cada creación.

De acuerdo con estudios recientes, cada imagen generada por IA puede requerir entre 2 y 5 litros de agua. Esto se debe al enfriamiento de los servidores que procesan las indicaciones de los usuarios. En comparación, una simple consulta en ChatGPT puede consumir alrededor de 500 ml de agua.

El auge de imágenes estilo Ghibli, particularmente popular en España y América Latina, ha provocado un uso masivo de estas herramientas, llevando a un consumo acumulado de 216 millones de litros en solo una semana, una cifra que ha encendido alertas entre ambientalistas y expertos en tecnología.

Cada imagen por IA puede requerir hasta 5 litros de agua

Con unos pocos clics y sin necesidad de conocimientos técnicos, cualquier persona puede transformar una selfie, una foto familiar o una imagen de su mascota en una ilustración generada por IA con estética similar a películas como Mi vecino Totoro o El viaje de Chihiro. Herramientas como Grok (integrada a la red social X) y ChatGPT Plus permiten hacerlo con instrucciones simples.

“Transforma esta foto al estilo Studio Ghibli” es una de las frases más utilizadas por los usuarios. En segundos, la plataforma entrega una imagen con colores pastel, fondos oníricos y ojos expresivos, que evocan la atmósfera de las películas de Hayao Miyazaki.

Creadores y artistas critican el uso de IA en el arte

Aunque esta tecnología ha sido celebrada por su accesibilidad y potencial creativo, ha generado críticas desde la comunidad artística.

“Esto es un insulto a la vida misma”, sentenció el propio Hayao Miyazaki, cofundador de Studio Ghibli, cuando fue consultado sobre el uso de inteligencia artificial en la animación. El director japonés ha expresado en distintas ocasiones su rechazo a estas herramientas, argumentando que carecen de alma y no comprenden el dolor ni la experiencia humana.

El impacto va más allá del aspecto ético. Artistas e ilustradores señalan que estas herramientas devalúan el trabajo hecho a mano, mientras que expertos en derechos de autor advierten que los estilos visuales aún no están protegidos legalmente, lo que deja un vacío normativo frente a la imitación masiva de obras reconocidas.

¿Qué hacer ante este panorama?

El avance tecnológico ha facilitado que más personas puedan experimentar con la estética de Studio Ghibli, pero también ha revelado el alto costo ambiental que estas imágenes tienen para el planeta.

Organizaciones ambientales y tecnológicas recomiendan a las empresas desarrolladoras optimizar el consumo de energía y buscar alternativas sostenibles en el proceso de enfriamiento de sus servidores. Mientras tanto, los usuarios pueden contribuir utilizando estas herramientas con moderación y siendo conscientes de su huella hídrica.

“No se trata de frenar la innovación, sino de hacerla responsable y consciente”, afirman desde colectivos dedicados al desarrollo ético de la IA.

Conclusión:
La generación de imágenes por IA al estilo Ghibli ha democratizado la creación visual, pero a un alto costo ambiental. Esta tendencia plantea una pregunta clave para el futuro: ¿cuánto estamos dispuestos a sacrificar por la estética digital?

Valentina Rodríguez

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